Peligro de extinción
Leí hace un tiempo en una entrevista a un ornitólogo que en Extremadura había más águilas imperiales casi que gente interesada en verlas. La frase me parece de una tremenda agudeza y me lleva a pensar si no le sucede algo parecido a nuestras capacidades. ¿No tenemos más capacidades de las que estamos interesados en cuidar? Y, del mismo modo, me lleva a preguntarme si no le pasa algo parecido a la filosofía.
Acerca de estos asuntos, una de las opiniones más interesantes que he escuchado sobre la importancia de la extinción de ciertas especies y su relación con la ética provenía curiosamente de un científico. Su planteamiento era el siguiente: si nos debe interesar la extinción del águila imperial o del lince es porque existen en un ecosistema que está directamente relacionado con la vida humana. Son indicadores de nuestra propia supervivencia. Esto debería hacer que nos planteásemos si estamos actuando de modo que nuestra forma de vida siga permitiendo la propia vida humana. Quizá ésta sea una cuestión ética poco popular, aunque fue presentada de forma contundente por Jonas con su principio de responsabilidad.
En el caso de la filosofía, la duda que me surge es si la supervivencia de la disciplina -o al menos de la actitud o de la preocupación filosófica- es o no necesaria… no ya para la pervivencia de una determinada cultura, sino para que se dé la mera posibilidad de un modo de vida ilustrado. Sin duda es posible una sociedad sin filosofía, como es posible una sociedad donde el imperio de la ley sea sólo una expresión. Sin embargo, al igual que el águila imperial, la pervivencia de una mentalidad ilustrada, la convicción de que la dignidad individual es el cimiento de la ética, la creencia de que el Estado debe reposar en una efectiva separación de poderes, el deseo de que se dé una verdadera igualdad de oportunidades junto con una justa ayuda al desfavorecido, la eliminación de las formas establecidas de dominio dogmático y de los sistemas de superstición... cosas de este tipo... me parecen dignas de cuidado.
No sé si convendría preguntarse, parafraseando al ornitólogo, si en nuestra sociedad no hay más ideas interesantes casi que gente con tiempo para pensarlas.
(Por cierto, el nombre científico del águila imperial ibérica no es ya Aquila heliaca adalberti, sino Aquila adalberti. Al haberse comprobado que están más separadas genéticamente de lo que se pensaba son consideradas especies -no subespecies- distintas.)
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