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Sapere aude!

Paradojas de la memoria.

Paradojas de la memoria.

Paradojas de la memoria. No somos nada sin ella. Nuestra identidad depende de algo que no llegamos a comprender y cuyos límites desconocemos. Nos asombramos de que haya alguien capaz de aprender miles de decimales de pi o alguien capaz de dibujar de memoria una ciudad. Todos querríamos poder recordar más y sin embargo quizá para poder pensar quizá también sea necesario el olvido.

Lo recuerdo (yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado, sólo un hombre en la tierra tuvo derecho y ese hombre ha muerto) con una oscura pasionaria en la mano, viéndola como nadie la ha visto, aunque la mirara desde el crepúsculo del día hasta el de la noche, toda una vida entera.

Así empieza un famoso cuento de Jorge Luis Borges titulado Funes, el memorioso. En este cuento Borges narra la historia de un hombre que tiene una memoria prodigiosa, hasta tal punto que no olvida absolutamente nada de lo que ve (o quizá sería mejor decir de lo que vive) de manera que para recordar un día cualquiera necesitaba otro día completo. Al final Borges acaba llegando a una terrible conclusión: Había aprendido sin esfuerzo el inglés, el francés, el portugués, el latín. Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos.

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