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Sapere aude!

Consejos para los exámenes

¿Quién va a entrar en Selectividad?

¿Quién va a entrar en Selectividad?

Una de las preguntas típicas de los que os tenéis que examinar de Selectividad es: ¿quién va a caer en el examen? La respuesta es que no se puede saber. El sistema establecido prevé que sean los profesores quienes hagan llegar al coordinador modelos de examen que luego él escoge a ciegas. Tanto es así que algún año han caído los mismos autores en junio que en septiembre.

 

El único modo de tener una ligera idea sería hacer un cálculo de probabilidades, pero para tener cierta fiabilidad haría falta que el sistema llevase un número de años considerable; con lo poco que lleva vigente, el error de muestra impide hacerse una idea de este tipo.

De todos modos, teniendo en cuenta los pocos autores que entran y que si se trabaja adecuadamente durante el curso se pueden tener excelentes resúmenes para Selectividad, no tiene demasiado sentido dejar de estudiar un autor, máxime cuando cualquiera de ellos puede entrar también como relación.

La prueba permite obtener buena nota si se ha preparado el examen con cierta disciplina, por lo que mi consejo es que seáis conscientes de vuestras capacidades, de que os estáis preparando para entrar en la Universidad de un país que quiere mejorar su calidad de vida y que necesita universitarios bien formados y de que tenéis una gran oportunidad que podéis alcanzar si os exigís disciplina también a vosotros mismos.

Atención, estudio y ánimo. No hay recetas mágicas. 

Universidad de Extremadura.

 

Autor del texto.

Pregunta de relación.

Junio de 2004

Tomás de Aquino

Aristóteles

Locke

Otro pensador ilustrado

Septiembre de 2004

Tomás de Aquino

Aristóteles

Locke

Marx

Junio de 2005

Marx

Platón

Descartes

Otro pensador ilustrado

Septiembre de 2005

Nietzsche

Platón

Tomás de Aquino

Marx

Junio de 2006

Nietzsche

Platón

Platón

Aristóteles

Septiembre de 2006

Nietzsche

Platón

Locke

Aristóteles

Junio de 2007

Marx

Platón

Tomás de Aquino

Locke

Septiembre de 2007

Kant

Rousseau

Platón

Aristóteles

 

 

Aparte.

    Un fallo muy normal en vuestros exámenes es el de escribir “*a parte” (que está mal) en lugar de “aparte” (que es como se debe escribir.) Tened cuidado, porque es muy fácil de evitar y dada la frecuencia con la que empleáis la expresión puede hacer que bajéis la nota.

    Recordad: "aparte"

La división de palabras a final de renglón.

La división de palabras a final de renglón.

   

Un error corriente en los exámenes es el modo que tenéis de dividir las palabras a final de renglón. Las reglas no son demasiado difíciles y abajo os pongo un enlace directo donde la Real Academia Española explica brevemente cómo se hace. De cualquier modo, quizá el fallo más habitual es el uso que hacéis del guión al colocarlo debajo de la última letra (*filo  sofía), en lugar de ponerlo a media altura (filo- sofía)

   

No sé de dónde ha surgido esa costumbre, pero no es lo que recomienda la RAE, así que debemos tener cuidado.

   

Para saber más pinchad aquí.

'Comentar' y 'contar'

    Debemos tener cuidado al utilizar el verbo ‘comentar’ porque muchas veces lo usamos en lugar de ‘contar’ o ‘explicar’ como si fueran sinónimos, cuando no lo son. En los exámenes ponemos a veces “el autor comenta…” cuando deberíamos poner “el autor expone…” porque quienes comentamos somos nosotros, no el autor.

Así es como lo recoge el DRAE. 

comentar. (Del lat. commentāre).  1. tr. Explanar, declarar el contenido de un escrito, para que se entienda con más facilidad. 2. tr. Hacer comentarios (ǁ juicios o consideraciones). 

DRAE

Kant y las excusas fáciles.

Kant y las excusas fáciles.

El Instituto es un sitio sorprendente, siempre ofrece oportunidades para reflexionar (recordad que la admiración es el origen de la filosofía.) Cuando parece que la Filosofía debería estar dictando sus últimas voluntades y preparándose para una muerte digna, la realidad nos demuestra que tiene una mala salud de hierro y que los viejos filósofos muertos están mas vivos que nunca. Vamos a ver qué nos dice Kant hoy.

Hay varios días del calendario escolar que los alumnos de 4º de ESO y de cualquiera de los cursos del Bachillerato se toman como si fuesen vacaciones, por el mero hecho de que están cerca de ellas y de que ya se han hecho los exámenes, acontecimiento considerado la meta de cualquier trimestre y que una vez alcanzado marca el inicio de una nueva etapa: el olvido. Estos días son las jornadas previas a las vacaciones de Navidad o de Semana Santa. Esta costumbre -a pesar de ser una tradición cuyo origen se confunde con el principio de los tiempos- es poco razonable, porque la educación no es sólo prepararnos para un examen, sino hacernos conscientes de la importancia de la responsabilidad que todos tenemos como parte de una sociedad, como individuos que construyen su vida en ella y esas otras cosas ante las que respondéis con ese gesto de la cabeza medio agachada medio inclinada.

Como quiera que sea, lo que resulta sorprendente es la excusa que se da para faltar esos días; esta es su fórmula: “si no va a venir nadie.” Esta sencilla frase condensa una de las excusas más perfectas que podamos imaginar. La forma completa es así: “No voy a venir a clase porque no va a venir nadie (si no, sí que vendría.)” No es por llevar la contraria, pero a mí me parece que la frase debería ser al revés, es decir; en lugar de “no venimos porque no va a venir nadie,” se tendría que decir: “no va a venir nadie porque no venimos.”

La excusa es fácil, tiene una efectividad más que contrastada y además es atractiva. Veamos: es fácil porque apenas cuesta aprendérsela, ha demostrado su eficacia en innumerables ocasiones para solicitar o justificar los horarios nocturnos de las juergas juveniles (la fórmula es: “si todo el mundo se queda hasta las seis”), por último, aunque quizá sea lo más interesante, es atractiva porque nos quitamos la culpa de encima y se la echamos a los de siempre: los otros. La excusa sería perfecta si no fuera por un detalle, es una falacia, porque los otros somos nosotros mismos, ya que todo el mundo utiliza la misma excusa.

Decía Kant que las personas se caracterizaban por su autonomía, que es la capacidad de poder tomar decisiones propias ¡y hacerlo! Esta capacidad nos diferencia del resto de los seres que, simplemente, no hacen eso. La lluvia, el viento del sur y el regreso de las golondrinas responden a otras razones. El bueno de Kant pensaba que actuar de forma autónoma era señal de que se ha llegado a la mayoría de edad, de que uno se atreve a pensar por sí mismo, de que se tiene criterio, de que se es dueño de uno mismo. Él decía que actuando autónomamente se dejaba atrás la heteronomía, es decir, el guiarse por las opiniones ajenas sin interiorizarlas. También creía que su época, la Ilustración, era la época de dejar atrás la minoría de edad de la humanidad y el comienzo de una nueva etapa donde las personas se atreviesen a pensar por sí mismas. Me imagino al bueno de Kant en el Instituto viendo cómo los alumnos mayores toman una decisión en contra de las normas más elementales de la educación como es el venir a clase y que además se justifica diciendo que se hace eso no por voluntad propia, sino “porque no va a venir nadie.”

Dejemos, por último, que hable él: “La Ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad. Él mismo es culpable de ella. La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión y ánimo para servirse con independencia de él, sin la conducción de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la Ilustración.”

"En cuanto" y "en cuanto a."

Uno de los fallos de expresión más comunes en vuestros exámenes es la confusión entre las expresiones "en cuanto" y "en cuanto a." Estas son las indicaciones que proporciona la Real Academia Española sobre el uso de estas expresiones.

1.4.2. en cuanto. Posee distintos valores:

b) Antepuesta a un sustantivo sin determinante, funciona a modo de preposición y significa ‘como, en calidad de’: «Si la amenaza es de tal magnitud como para poner en peligro su vida y libertad en cuanto nación» (Navarro/DzMartínez Ética [Esp. 1997]). Puede aparecer seguida de la conjunción que: «El asunto le preocupaba bastante más, lo normal en cuanto que poeta humano» (SchzOstiz Infierno [Esp. 1995]). Es incorrecto el uso, con este sentido, de en cuanto a: «Las “ligas amateurs” tendrán como objetivo primordial el fútbol en cuanto a actividad humana destinada a la formación juvenil» (País [Esp.] 5.8.77); debió decirse en cuanto actividad humana.

1.4.3. (en) cuanto a. Locución preposicional que significa ‘por lo que se refiere a, en lo que respecta a’: «En cuanto a Pepita, siempre supo ejercitarse en la paciencia de mantenerse en un segundo plano» (Larreta Volavérunt [Ur. 1980]). Con este sentido, es muy raro hoy el uso de cuanto a: «Cuanto a medicamentos, aparte los vasculares, uso todos los apropiados para estimular el intestino» (León Cristo [Esp. 1941]).

RAE, Diccionario panhispánico de dudas, Madrid 2005.

http://buscon.rae.es/dpdI/html/cabecera.htm

El tiempo y el espacio.

            Hay un sempiterno asunto de queja en los exámenes que se condensa en un par de problemas: el tiempo y el espacio. Las famosas formas a priori de la sensibilidad kantiana son aquí algo mucho más palpable y se convierten en una refriega dialéctica en cuanto se ve que no da tiempo a acabar el examen o que nuestra forma de escribir no puede contenerse en tan pocos folios.

            El hecho es que el examen de Filosofía II en Selectividad dura exactamente una hora y media y que los folios de los que disponéis son dos y medio, es decir, cinco caras. En 2º de Bachillerato hemos de prepararnos para este examen, por lo que es razonable que hagamos los exámenes tal como se plantean en Selectividad. No tendría sentido examinarse de Tintín o del Principito, por mucho que sean más entretenidos que el Discurso del método y que sin duda de ellos se puede extraer alguna reflexión interesante, pero los autores que se estudian no son esos y el tiempo y el espacio del que se dispone tampoco son los que a nosotros nos gustarían. ¿Por qué es así? Ignoro los pormenores de la decisión, pero creo que el motivo fundamental es que así se genera un marco que garantiza la igualdad de oportunidades: todo el mundo tiene el mismo tiempo y el mismo espacio. A ningún delantero de la liga se le ocurriría decirle al árbitro: “¡Por favor! ¡Déjenos quince minutos más, si somos mejores que ellos! … ¡Jolín! ¡Quince minutos más y seguro que ganamos!” Lo lógico es que el árbitro le respondiese: “No dudo que ustedes sean mejores que ellos, pero hay que demostrarlo en noventa minutos, no en los que ustedes necesiten.” Si no discutimos el reglamento de la liga (al menos en esta cuestión), quizá tampoco tenga mucho sentido criticar el de la Selectividad. Seguramente ni el uno ni el otro son los reglamentos óptimos, pero de momento son los que están vigentes y “con estos bueyes tenemos que arar.”

Madurez académica.

Recordad que el examen de Selectividad es una prueba de “madurez.” Lo hemos repetido muchas veces en clase: ignoramos quién nos va a corregir el examen, no sabemos si preferirá “Tomás de Aquino” o el tratamiento de “santo Tomás,” sin embargo, lo que sabemos con certeza es que el corrector debe valorar la “madurez académica” de quien hace el examen de Selectividad. Os estáis presentando a una prueba para acceder al sistema universitario de uno de los países más desarrollados del mundo, lo cual no es cualquier cosa.

¿Qué consecuencias tiene esto? Podemos distinguir algunas: positivamente, esto implica que hay que conocer los contenidos mínimos del temario. Negativamente, que no se deben confundir los términos básicos (por ejemplo: teología y teleología) Algunos errores en la exposición de los contenidos pueden bajar mucho la nota porque le indican al corrector que en realidad no se sabe de lo que se está hablando, sino que se está repitiendo mecánicamente el resumen que hemos hecho del filósofo en cuestión.

Dentro de las consecuencias negativas hay un par de asuntos importantes que suelen ser motivo de queja (cada vez menos) cuando tienen el indeseado efecto de bajar la nota: la presentación y la ortografía. Es conocida la excusa del poco tiempo que hay para “acabar” el examen. Ante esto sólo cabe decir lo que también conocéis: todo el mundo tiene el mismo tiempo para “hacerlo.” Puede que alguien que sea calificado con un diez “acabe” antes que otro que obtenga un cinco. Otro argumento a favor de la ortografía es que es exigible que un universitario no sólo sepa expresarse con cierta elegancia, sino que escriba correctamente su lengua; por un lado, porque somos seres lingüísticos y el lenguaje es nuestra forma de habitar en el mundo y no pocas veces de defendernos en él. Por otro lado, porque una correcta expresión escrita generalmente significa que quien escribe es un buen lector; y por último, queridos alumnos, porque después de doce años de estudio tendríamos que haber aprendido a distinguir “echo” de “hecho.” Acerca de la presentación… es normal que se pida orden y limpieza en la presentación del escrito: el corrector no tiene por qué dejarse la vista para entender lo que pone, como tampoco debería encontrarse con tachones ni con asteriscos del tipo “construye tu propia aventura”