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Sapere aude!

Las ciudades.

Las ciudades.

Pensando en cómo debe apañárselas un invidente para hacer las cosas más normales, uno llega a plantearse qué modelo de ciudad tenemos (si es que tenemos alguno). Las poblaciones, sobre todo las grandes pero también muchas hasta hace poco pequeñas, han crecido en los últimos años urgidas por la necesidad de construir nuevas viviendas que se vendían rápidamente y que generaban enormes beneficios. Sin embargo, esta súbita aparición de nuevas viviendas no ha ido acompañada de lugares de convivencia.

No hay duda de que las casas están para vivir en ellas, pero también es cierto que las ciudades son sitios donde se convive, no sólo se coexiste. De este modo, los lugares de encuentro han sido importantes para la humanidad; las modestas plazas y plazuelas, los mercados y otros pequeños sitios han cumplido esta función desde antiguo. Quizá la propia forma de vida actual excluye este tipo de relaciones. La agobiante mirada del vecino en las poblaciones pequeñas incomoda a una nueva mentalidad, que valora más que nunca su intimidad. Decía Kant que la sociabilidad humana se caracterizaba por ser una "sociabilidad insociable" cuya nota principal es el conflicto. Tal vez aquí también sea buena la definición kantiana: necesitamos vivir con los demás, pero hay una parte de nosotros que no quiere verse afectada por los otros. Vivimos con esta contradicción.

Conocemos a mucha gente, sin embargo las relaciones que establecemos son de muy distinto tipo, como es normal. Sin embargo la capacidad de poder tomar decisiones comunes con la gente que conocemos para transformar algo nuestros lugares de convivencia es muy limitada. Por otro lado, el número de personas que podemos llegar a conocer y con los que podemos entablar una relación es probablemente muy inferior no sólo al tamaño de una ciudad mediana, sino al de muchos de sus barrios, máxime si uno trabaja lejos del sitio donde vive.

A pesar de todo, quizás podríamos plantearnos que a falta de espacios físicos, de plazas y mercados, tal vez deberíamos esforzarnos en crear espacios de convivencia simbólicos. Espacios de encuentro de ideas e intereses ciudadanos. Las asociaciones pueden ser estos nuevos espacios simbólicos, donde compartir ideas, emprender proyectos y colaborar por una mejora de la pequeña sociedad que nos rodea.

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